Job


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Aparte del libro que lleva su nombre y de las referencias circunstanciales en Ez. 14.14, 20; Stg. 5.11, no tenemos información digna de confianza sobre Job. Es imposible demostrar que las leyendas judías, cristianas, y musulmanas sobre Job tienen raíces firmes en alguna forma prebíblica del relato. Excepto la tradición acerca de la ubicación del lugar de residencia de Job, que puede no ser más que una inteligente deduccción tomada de la Biblia, nos queda la impresión de que se trata de una fantasía popular o piadosa.

Si identificamos al Daniel de Ez. 14.14, no con el Daniel del exilio, sino con la persona mencionada en las inscripciones ugarísticas, podemos fechar con cierta confianza los tres nombres en Ez. 14.14 en una época muy temprana. Si no aceptamos este indicio, no tenemos indicación alguna de la fecha. La ubicación de la tierra de Uz, en la que vivió, es incierta. La tendencia moderna se inclina a considerar que se encontraba en las fronteras de Edom, debido a que ciertas indicaciones en el libro se consideran relacionadas con dicho reino; pero la ubicación tradicional en el Haurán (Basán) es más probable. Job era hombre de gran riqueza y elevada posición social, pero el libro se ocupa tanto en hacer resaltar su lugar entre los sabios que no nos da detalles precisos; sin la menor duda podemos, sin embargo, rechazar las leyendas que afirman que era rey.

Con el permiso de Dios, Satanás le quita su fortuna, sus diez hijos y, finalmente, su salud. No hay certeza con respecto a la enfermedad que lo aquejó, pero las sugerencias principales apuntan a la elefantiasis, el eritema, y la viruela. Este gran desacuerdo se debe a que se mencionan los síntomas en lenguaje altamente poético. Sus parientes y paisanos interpretaron sus desventuras como castigo divino por grandes pecados, y lo arrojaron fuera de la ciudad, de lo que la turba derivó un placer especial. Su esposa aceptó la opinión común, y lo instó a acelerar el fin inevitable maldiciendo a Dios.

Job fue visitado por tres amigos, Elifaz, Bildad y Sofar, también sabios ellos, ricos y poderosos, como lo había sido él. Cuando vieron sus penurias compartieron la opinión popular, y lo único que pudieron hacer fue sentarse en silencio con Job en el estercolero fuera de las puertas de la ciudad durante los siete días de luto por un hombre a quien se daba por muerto. Las expresiones de dolor de Job provocaron una larga y vehemente discusión, que terminó con la intervención verborrágica de un hombre más joven, Eliú. Todo esto revela la falta de validez de la sabiduría y la teología tradicionales cuando se presenta un caso tan excepcional como el de Job. Aunque la falta de comprensión de sus amigos llevó a Job hasta el borde de la desesperación, también lo acercó a Dios y lo preparó para la revelación de la soberanía divina que le trajo la paz. La plebe no pudo comprender su curación, la duplicación de su fortuna, y el don de los diez hijos adicionales.